Putin señaló recientemente que Rusia es la economía de más rápido crecimiento en Europa.
En marzo de 2022, el mundo observaba con asombro cómo el rublo ruso se desplomaba y la economía del país se sumía en una gran recesión como resultado de las medidas financieras implementadas por Occidente tras la invasión de Ucrania.
Sin embargo, apenas dos años después, Vladimir Putin proclama con orgullo que Rusia es la economía de más rápido crecimiento en Europa.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía rusa superó en crecimiento a todo el G7 el año pasado y se espera que lo haga nuevamente en 2024.
¿Cómo ha logrado Rusia este impresionante cambio?
La respuesta radica en su transformación hacia una economía de guerra movilizada. El Estado ruso está gastando cifras récord en su esfuerzo militar, al tiempo que mantiene flujos de ingresos estables provenientes del petróleo, el gas y otros recursos naturales.
A pesar de las sanciones occidentales, los ingresos siguen llegando a las arcas estatales, con Rusia eludiendo las restricciones mediante la compra y despliegue de una “flota en la sombra” de petroleros.
Sin embargo, esta estrategia también tiene sus riesgos. La dependencia de Rusia de los ingresos petroleros y de China, así como su creciente gasto bélico no productivo, la deja vulnerable a largo plazo.
Occidente, por su parte, busca estrangular económicamente a Rusia mediante la restricción de acceso a la tecnología y la limitación de los ingresos.
La congelación de activos financieros rusos es una de las estrategias discutidas para presionar al Kremlin, aunque plantea desafíos legales y económicos significativos.
El futuro de Rusia y su economía depende en gran medida de cómo evolucione esta batalla en la sombra entre Oriente y Occidente.