• A 30 días de la explosión de una pipa de gas, el saldo se mantiene en 31 personas fallecidas y 9 hospitalizadas.
• Vecinos y sobrevivientes conviven con el miedo, los altares y los restos del incendio.
• Avanzan las investigaciones y se anuncian nuevas normas para el transporte de materiales peligrosos.
Un lugar marcado por la tragedia
Un mes después del estallido de la pipa de gas LP en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, el paisaje conserva las huellas del fuego. El pavimento luce agrietado, los árboles permanecen carbonizados y los muros están cubiertos con murales rayados y mensajes de despedida.
Aunque la Secretaría de Obras realizó trabajos de reparación, el asfalto ya presenta daños. A pesar del siniestro, la circulación de tráilers y camiones continúa sin restricciones ni letreros visibles de límite de velocidad.
La memoria entre flores y murales
Entre los restos del puente se levantan altares improvisados con flores, veladoras y fotografías. En una de las columnas, un mural retrata a doña Alicia, la abuela que sacrificó su vida para salvar a su nieta Azul. Otro, pintado con los colores de la bandera mexicana, reza: “Santa Martha está de luto”.
Vecinos aseguran que las noches se llenan de oraciones. “Cada flor y cada mural nos recuerdan lo que pasó”, dice Alejandra, habitante de Lomas de Zaragoza.
Miedo que no desaparece
El temor sigue presente. “Sé que aquí fue el accidente, pero tengo que esperar el camión”, comenta Edwin Amaya, quien cruza el puente a diario.
Yesenia Hernández confiesa que aún padece ansiedad y taquicardias al pasar por la zona: “Cualquier ruido fuerte me altera. Pienso que el puente se va a caer”.
Justicia y reparación del daño
La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México mantiene abiertas 75 carpetas de investigación. El dictamen preliminar señala que el conductor de la pipa circulaba con exceso de velocidad y sin la pericia necesaria para maniobrar en la curva.
Los daños materiales se estiman en 2 millones de pesos. Se analiza una reparación económica de 2 millones por víctima mortal a cargo de la empresa Transportadora Silza, responsable del vehículo. Las familias exigen que cada caso sea evaluado individualmente.
Vidas que cambiaron para siempre
Juan Luis Cervantes, sobreviviente de la explosión, aún muestra las cicatrices que dejó el fuego. “Era como ver el fin del mundo. Corrí mientras se me quemaban los brazos, solo pensaba en sobrevivir”, recuerda. Hoy, desde su barbería, intenta volver a la rutina: “Esta cicatriz no la escogí, pero me recuerda que sigo vivo”.
Normas tras la tragedia
Como consecuencia del siniestro, el Gobierno de la Ciudad de México estableció nuevas reglas para el transporte de gas y combustibles: los vehículos no podrán cargar más de 40 mil litros, deberán circular a un máximo de 30 km/h y solo entre las 22:00 y las 05:00 horas.
A nivel federal, será obligatorio el uso de códigos QR para verificación, monitoreo por GPS y revisiones técnicas periódicas.
Un puente entre el dolor y la rutina
Aunque el tránsito de pipas similares es menos frecuente, los camiones de carga y tráilers siguen cruzando el puente diariamente. Los árboles quemados se han convertido en puntos de memoria donde las familias colocan velas y flores.
El ruido de los motores contrasta con el silencio de quienes aún lloran a las víctimas. La vida continúa, pero el Puente de la Concordia sigue contando su historia a través de las grietas del asfalto y las marcas del fuego.




