En un escenario donde China amenaza con destronar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo para mediados de la década de 2050, la contención del auge chino fue una de las principales promesas electorales de Donald Trump antes de las elecciones presidenciales de 2016.
Trump se comprometió a imponer aranceles a China y traer de vuelta puestos de trabajo en el sector manufacturero estadounidense, citando prácticas comerciales desleales por parte de Pekín. A pesar de las expectativas de que la administración Biden deshiciera la mayoría de las políticas de Trump hacia China, el presidente demócrata ha mantenido e incluso aumentado la presión sobre el país asiático.
A diferencia de Trump, Biden apenas ha enfrentado críticas por su manejo de la situación, a pesar de los estudios que demuestran que los aranceles perjudican a la economía estadounidense. El US-China Business Council encontró que casi 250.000 empleos estadounidenses se perdieron como resultado de la política arancelaria.
El embargo de chips de Biden, anunciado por primera vez en octubre de 2022 y ampliado a finales del año pasado, ha incrementado la tensión entre Estados Unidos y China. Este embargo impide que los semiconductores diseñados por los fabricantes de chips estadounidenses se vendan a China, lo que ha llevado a Pekín a comprometer 250.000 millones de dólares para la producción nacional de chips en la próxima década.
Los analistas políticos se preguntan si China preferiría un segundo mandato de Trump o de Biden. Aunque los chinos no están conformes con las políticas de Biden hacia China, prefieren la continuidad con el demócrata antes que la incertidumbre que representaría un segundo mandato de Trump, quien amenazó con aranceles de hasta el 60 por ciento sobre los productos chinos. Sin embargo, se espera que Washington continúe tratando de contener las ambiciones económicas y militares de China, independientemente del resultado de las elecciones en Estados Unidos.