Por Juan Carlos Cruz Tapia
Finaliza el primer semestre del año, un periodo complejo y donde los ciclos de recortes de tasa de interés dominan la narrativa, brindando volatilidad y señales erráticas para los mercados financieros en su conjunto. De manera local, las elecciones si bien se desarrollaron sin contratiempos agregaron incertidumbre ante los planes de la siguiente administración, temores que se han disipado derivado de los nombramientos del gabinete entrante, percibidos como positivos por los operadores. Adicionalmente las tensiones geopolíticas en Oriente Medio sentaron bases para que los inversionistas optarán por un flight to quality, apreciando metales, bonos americanos y divisas duras.
La inflación comienza a ceder, diversos bancos centrales comienzan a enfilarse hacia su objetivo y aunque la batalla no ha finalizado la expectativa es favorable. De manera local la inflación anual al cierre de junio se ubica en 4.98%, los pronósticos de la Junta de Gobierno de Banco de México ubican la inflación dentro del rango del objetivo 3% (+/- 1%) para el cierre del ejercicio 2024.
Dentro del entorno cambiario, el dólar presentó avances generalizados frente al G10 y mercados emergentes. Dollar Index presentó un avance de 4.47% en el semestre, la mayor depreciación en el bloque se dio en el yen japonés, moneda que acumuló una pérdida de 12.3% en el semestre y sobre la cual las autoridades monetarias de este país intervinieron al alcanzar las 160 unidades por dólar. El bloque emergente no fue diferente, con pérdidas generalizadas, las monedas que mayores variaciones tuvieron fueron el real brasileño, el peso argentino y la lira turca, presentando depreciaciones de 13.2%, 11.3% y 9.9%, respectivamente. El peso mexicano por su parte, presentó una depreciación del 7.8% al pasar de 16.9666 a 18.2862 en el semestre, de acuerdo con la “Encuesta de Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado” publicada el 1º de julio por parte de Banco de México, se espera que el tipo de cambio tenga un cierre en 18.73 unidades por dólar para el 2024, lo que supondría una depreciación adicional del 2.4% desde el cierre semestral.
El ecosistema de tasas no exentó la volatilidad, con un semestre donde las posiciones largas en los diferentes plazos de las curvas cobrarían altas facturas. Los operadores anticipando un potencial recorte por parte de los principales bancos centrales a nivel global presionaron las tasas negociadas en los mercados, entre el periodo de octubre a diciembre 2023 la tasa del treasury de 10 años disminuyó más de 120 puntos base, llegando a cotizarse en 3.72% y posteriormente haciendo un retroceso del movimiento aumentando 68 puntos base al cierre del semestre y ubicándose en 4.40%. En el plano local, la historia no fue diferente, pero si más agresiva. El bono mexicano de 10 años en el periodo octubre-diciembre 2023 ajustó su rendimiento a la baja en 133 puntos base y llegó a cotizar en 8.92%, para presentar un retroceso de 97 puntos base al alza en el primer semestre del año y finalizar alrededor del 9.89%. Este último retroceso se derivó de una postura enfocada hacia una pausa monetaria, lo que gradualmente impactaría las expectativas de los operadores ante potenciales recortes y cambiaría el posicionamiento táctico de mediano plazo.
Las bolsas de valores estadounidenses se mantienen marcando nuevos máximos, donde por primera vez el S&P 500 rebasó las 5,000 unidades en febrero de este año. El índice Dow Jones hizo lo propio, perforando las 40,000 unidades. En contraste, el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores, presentó pérdidas mayores al 8.6% dentro del primer semestre 2024.
¿Qué podemos esperar? Internamente la economía presenta grandes retos, la inversión en infraestructura será un pilar fundamental en el desarrollo y atracción de inversión extranjera, la certidumbre será la clave para fortalecer los indicadores financieros pero mayor peso aún tendrá en búsqueda de mantener el motor económicos funcionando. Aprovechar los ciclos económicos para incentivar la inversión y financiamiento permitirá capitalizar el nearshoring hacia nuestro sector exportador; paralelamente un peso fortalecido será un catalizador para la importación de bienes, pero mayormente para la atracción de tecnología y optimización de procesos.