- La ONU estima que las pandillas dominan cerca del 85 % de la capital haitiana.
- La violencia ha obligado a 700,000 personas a abandonar sus hogares.
- Haití solicita convertir la misión de seguridad en una operación de cascos azules.
Las pandillas han ampliado su control en Puerto Príncipe, Haití, hasta abarcar aproximadamente el 85 % de la ciudad, según datos presentados este lunes por Miroslav Jenca, subsecretario general de Asuntos Políticos de la ONU, durante una reunión del Consejo de Seguridad.
La violencia ha llegado incluso a zonas que antes se consideraban seguras, como el barrio de Petionville, donde operan embajadas, oficinas de Naciones Unidas y residencias de personal internacional. Un ataque ocurrido allí el pasado martes dejó “decenas de muertos”, señaló Jenca.
En respuesta, vecinos de varias comunidades han empezado a organizar patrullas armadas y establecer retenes en las carreteras. Estas acciones, aunque espontáneas, reflejan la desesperación de la población frente al incremento de la violencia.
Crisis humanitaria y desplazamientos
El control de las pandillas pone en riesgo la seguridad y los derechos humanos de los habitantes, especialmente de las mujeres, quienes son víctimas frecuentes de violencia sexual. La situación ha provocado que alrededor de 700,000 personas hayan sido desplazadas dentro del país, huyendo de sus hogares para buscar un lugar más seguro.
A pesar de esta crisis, algunos países vecinos continúan deportando a haitianos. Hasta ahora, más de 170,000 personas han sido retornadas, en su mayoría desde República Dominicana, aunque este país no fue mencionado directamente en la reunión de la ONU.
Retrasos en la misión de seguridad
La Misión Multinacional de Seguridad, creada para apoyar a la policía haitiana, apenas cuenta con 400 de los 2,500 agentes previstos, principalmente debido a la falta de recursos. Ante este panorama, el gobierno de Haití ha solicitado que la misión sea transformada en una operación de cascos azules.
Sin embargo, la propuesta enfrenta resistencia de países como Rusia y China, que rechazan el despliegue de una nueva misión de paz. Argumentan los antecedentes negativos de la última misión, que dejó acusaciones de abusos sexuales y la propagación de una epidemia de cólera en 2010, con consecuencias devastadoras para el país.