Por Juan Carlos Cruz Tapia
Autor del libro 100 preguntas para entender sobre inversiones
Hoy vengo a cambiar un poco el tono de mi columna, me quitaré la gorra de financiero y les platicaré sobre otra de mis grandes pasiones, la educación. Estoy convencido de que la educación, como rezaba Nelson Mandela, es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar al mundo. Tengo que confesar que la docencia nunca estuvo dentro de mis planes de juventud, sin embargo, diversos proyectos me llevaron al camino de la enseñanza. Y fue así como ahora mis dos grandes pasiones (la educación y las finanzas) me llevaron a mi mejor pasatiempo, la educación financiera. Este pasatiempo me ha llevado a ponencias nacionales e internacionales, con un libro distribuyéndose en diversos países de Latam como Colombia, Chile, Uruguay, Perú y evidentemente, México. Pero el mayor logro, es tener la oportunidad de observar cómo mis alumnos se desarrollan personal y profesionalmente con las bases que les son aportadas.
Para esta columna quiero invitarlos a resaltar la labor docente, labor que en todos los niveles tiene el poder de cambiar nuestras vidas de manera positiva. No hablo de conocimientos únicamente, sino de todas estas experiencias que nos van agregando valor y forman nuestro criterio a lo largo de los años. Docentes extraordinarios y con áreas de oportunidad siempre habrá, pero nosotros somos la suma de todos aquellos profesionales de la educación que nos alentaron, que creyeron en nosotros y que nos brindaron su consejo y experiencia en algún momento de la vida. Continuemos, antes de ponernos sentimentales.
Hace algunos días en una sesión donde tengo la oportunidad de ser alumno, discutíamos sobre la planeación docente como un vehículo para llevar más allá el impacto de nuestras clases hacia los alumnos. El Dr. Altamirano, quien conducía esta sesión, nos exhortó a analizar una frase de José Ortega y Gasset que indica que “Enseñar no es transmitir ideas a otro, sino favorecer que el otro las descubra”, así que pusimos manos a la obra con un grupo de trabajo de excelente nivel de profesionales de la educación con los que comparto aula y llegamos a las siguientes conclusiones.
Inicialmente, esta frase invita a una profunda reflexión sobre el verdadero rol de la docencia. Lejos de ser un simple transmisor de conocimientos, el profesor debe actuar como un guía que facilita el proceso de descubrimiento y construcción de capital intelectual en sus estudiantes. Esta perspectiva subraya la importancia de fomentar la autonomía intelectual, la curiosidad y el pensamiento crítico; habilidades esenciales para construir no solo profesionales competentes, sino también personas íntegras y conscientes de su rol e impacto en la sociedad. En este sentido, la labor docente trasciende la simple instrucción académica; se convierte en un acto ético y transformador, orientado a construir individuos capaces de contribuir al bien común y de enfrentar los desafíos del mundo con responsabilidad y humanidad. Así, enseñar se convierte en un vehículo que busca inspirar y cultivar la capacidad de pensar, sentir y actuar.
Pero ¿en qué se parecen los profesores a los DJ de boda? En más de lo que inicialmente pensaríamos, en ocasiones se tiene la creencia que impartir una clase requiere plantarse frente a un grupo de personas y enseñar un tema específico, aunque la docencia va más allá. Una clase de calidad e impacto requiere de planeación y ejecución. Así como un DJ tiene planteada una lista de los temas, el timing, géneros y artistas que reproducirá en la celebración (obviamente nadie quiere escuchar follow the leader a media cena). Él deberá tener la sensibilidad de sondear a los invitados, identificar sus reacciones y darle una lectura rápida para hacer los cambios pertinentes que no apaguen la fiesta, deberá hacer ajustes imperceptibles pero que agreguen valor al set y mantengan la pista siempre llena y con buen ambiente.
La docencia no dista mucho de ello, en este caso, debemos conocer a nuestros alumnos y sus motivaciones, identificar su generación y tener una idea de su ritmo de trabajo. Organizar secuencialmente las sesiones, plantear situaciones y retos hacia sus situaciones cotidianas que les hagan aplicar los conocimientos adquiridos. Y más allá de eso, hacer estos pequeños cambios (que, aunque imperceptibles) les doten de motivación para mantener el aula siempre con dinamismo. Incluso el timing en este sentido es de suma importancia, así como no queremos escuchar el famoso ¡Aaaaaaaaay vida mía! que nos llene de ganas de bailar a media cena, los alumnos tienen un timing de aprendizaje que debemos comenzar a leer y adaptar tanto en sesiones como a lo largo de los periodos semestrales, cuatrimestrales, etc. Si podemos distribuir la carga de manera coordinada con el cuerpo docente, obtendremos mejores resultados que si todas sus materias tienen extensos entregables al final de los periodos. Y no es que las generaciones previas no hayamos sobrevivido a eso, pero los tiempos cambian y el proceso de enseñanza-aprendizaje también puede hacerlo de manera positiva.
Así como la tecnología avanza a pasos agigantados, debemos tomarla como una aliada estratégica que brinde mayor valor a nuestra planeación-ejecución como docentes, sin olvidar los métodos tradicionales y las dinámicas en aula. Donde podamos combinar lo mejor de diferentes generaciones para que nuestro alumnado salga preparado para la vida, para los retos y competencias, sin olvidar que somos humanos. Adicionalmente debemos fomentar la investigación basada en logros más allá de una nota aprobatoria, sino de valores que le formen integralmente para la resolución de situaciones.
¿Sencillo? No. ¿Imposible? Tampoco.
La enseñanza, exige sensibilidad, adaptabilidad y una cuidadosa planeación para crear un ambiente que inspire y motive. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de guiar a los estudiantes en su proceso de descubrimiento, fomentando su pensamiento crítico y su crecimiento integral. En un mundo en constante evolución, el docente debe combinar métodos tradicionales con herramientas modernas, preparando a los alumnos no solo para los retos académicos, sino para la vida. La educación, cuando se ejerce con pasión y compromiso, tiene el poder de transformar personas y, con ello, cambiar el mundo. Hoy más que nunca debemos velar por los valores del sentido común y la mejora de nuestra sociedad.