Bernardo Arévalo, líder anticorrupción, asumió la presidencia de Guatemala en la madrugada del lunes, enfrentando resistencia y obstáculos por parte de oponentes en el gobierno. Este hecho marca un hito en un país donde las tensiones han aumentado debido a la corrupción y la impunidad arraigadas.
Aunque su toma de posesión estaba originalmente programada para el domingo y enfrentó demoras impulsadas por miembros del Congreso, finalmente, Bernardo Arévalo asumió el cargo poco después de medianoche. Este evento lo convierte en el presidente más progresista de Guatemala desde la restauración de la democracia en la década de 1980.
Arévalo ascendió al poder seis meses después de una victoria electoral contundente que representó un revés para la clase política conservadora en Guatemala. Su elección reflejó un amplio respaldo a sus propuestas para combatir la corrupción y revitalizar la democracia.
A pesar de su mandato enérgico, Arévalo enfrenta la difícil tarea de consolidar el control mientras lidia con una alianza de fiscales conservadores, miembros del Congreso y otras figuras políticas que han erosionado las instituciones guatemaltecas en los últimos años.
La resistencia de los oponentes de Arévalo se manifestó a fines del año pasado al aprobar un presupuesto que limitaría significativamente su capacidad de gasto en áreas clave como salud y educación. La lucha por el poder en Guatemala, con una población de 18 millones, se observa de cerca en toda Centroamérica, una región marcada por la influencia de cárteles de drogas, el éxodo de migrantes y tácticas autoritarias en países vecinos.
La transición de poder no fue sin complicaciones. Desde su entrada en la política guatemalteca el año pasado, Arévalo enfrentó un intento de asesinato, la suspensión de su partido y ataques legales para evitar que asumiera el cargo. A pesar de ganar las elecciones con más del 20% de ventaja, su oponente en la carrera presidencial, una ex primera dama, se negó a reconocer su victoria.
En los últimos días, la fiscalía especuló sobre la posible detención de la compañera de fórmula de Arévalo, Karin Herrera, lo que podría haber impedido la toma de posesión. Sin embargo, el tribunal emitió una orden de protección la semana pasada, garantizando la investidura de Arévalo y Herrera. La incertidumbre sobre la transferencia de poder se disipó el domingo por la noche cuando el partido de Arévalo aseguró el liderazgo del Congreso.
Fiscales y jueces contrarios a Arévalo han desplegado maniobras legales desde las elecciones nacionales para cuestionar su victoria. Estados Unidos, la Unión Europea y líderes latinoamericanos han respaldado a Arévalo, lo que se hizo evidente el domingo cuando los retrasos amenazaban la investidura. Samantha Power, administradora de la USAID, declaró: “No hay duda de que Bernardo Arévalo es el presidente de Guatemala. El mundo está mirando”.
El apoyo de Estados Unidos ha generado tensiones internas en Guatemala. A medida que Arévalo asume el cargo, se enfrenta a la crítica del presidente saliente, Alejandro Giammattei, y a la retirada de Guatemala de un grupo de trabajo antidroga con Estados Unidos, lo que podría afectar la capacidad del país para combatir el narcotráfico.
La formación del gabinete de Arévalo, que inicialmente anunció la mitad de los puestos ministeriales ocupados por mujeres, se vio empañada por críticas y renuncias. A pesar de estos desafíos, la expectativa es que este nuevo gobierno marque una diferencia en Guatemala, aunque las fisuras internas y las tensiones políticas seguirán siendo desafíos cruciales.