- La Orquesta Sinfónica Nacional ofreció un emotivo concierto en este icónico recinto.
- El evento reunió a una multitud que celebró 90 años del Palacio de Bellas Artes con música y danza en medio de la lluvia.
- El Palacio sigue siendo un referente cultural, aclamado por su rica historia.
Una tarde lluviosa abrazó a la Ciudad de México, pero el mal tiempo no opacó el esplendor de los 90 años del Palacio de Bellas Artes. Este emblemático espacio se convirtió en el epicentro de una multitud dispuesta a ser parte de este acontecimiento histórico.
A las 15:00 horas, el vestíbulo se llenó rápidamente de murmullos y pasos ansiosos. Con sus columnas de estilo art nouveau y detalles neoclásicos, el recinto seguía asombrando a quienes cruzaban sus puertas. En la sala principal, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), bajo la dirección de Ludwig Carrasco, se preparaba para un repertorio excepcional.
“El peso de la historia está aquí, la sombra de los gigantes que han pasado por estas tablas”, comentó Carrasco, emocionado antes de comenzar. Este concierto no solo era un evento más, sino un homenaje al legado que ha hecho del palacio un símbolo de la vida artística mexicana.
El programa incluyó obras de grandes compositores nacionales. Desde “México (Galopa)” de Ángela Peralta, orquestada por Arturo Márquez, hasta la vibrante “Sinfonía india” de Carlos Chávez y las inolvidables “Huapango” de José Pablo Moncayo. Estas piezas desataron aplausos interminables entre el público, que se entregó por completo a la música.
Un espectáculo de danza y emoción
La velada no se limitó a la música. El Ballet Folklórico de México, dirigido por Salvador López, transformó el escenario en un colorido festín visual. Los bailarines, ataviados con trajes tradicionales, se movieron con precisión y elegancia, provocando gritos y ovaciones del público. Un joven exclamó: “Esto es México, esto es nuestro”.
La soprano María Katzarava fue la gran sorpresa de la noche. Su poderosa voz dejó a los asistentes sin aliento al interpretar “Si nos dejan”, mientras otros admiraban: “Es una de las voces más bellas del país”. Katzarava se sumó así a la ilustre lista de artistas que han pisado este escenario, incluyendo a María Callas y Plácido Domingo.
Un cierre memorable
La celebración culminó con las tradicionales “Mañanitas” y “Soy puro mexicano”, interpretadas por un mariachi. A pesar de la lluvia, los asistentes no dudaron en tomarse fotografías frente al imponente palacio, que brillaba bajo la luz de las farolas. La ocasión fue tan especial que los charcos no impidieron inmortalizar el momento.
El Palacio de Bellas Artes se mantiene como un destino esencial para quienes visitan la capital mexicana. “Forma parte de nuestro folclor y de la identidad cultural del país”, afirmó Isabel Moreno, una visitante de 70 años.
Icono cultural perdurable
A pesar de las vallas que han rodeado el edificio por diversas razones, el recinto conserva su atractivo. “Vale la pena venir, siempre”, añadió.
Declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987, el Palacio de Bellas Artes es mucho más que un hermoso inmueble. Es un espacio que ha albergado lo más destacado del arte mundial y, tras 90 años, continúa siendo un símbolo cultural que identifica a México. Su construcción, que comenzó en 1904 y se prolongó durante tres décadas, es testimonio de la resistencia del tiempo y del arte.
La celebración del 90 aniversario incluyó una variada programación a lo largo del año. Una de las actividades más recientes fue la emisión de un timbre postal conmemorativo, homenajeando este emblemático espacio. También se realizó una lectura dramatizada de “La verdad sospechosa”, obra de Juan Ruiz de Alarcón, que inauguró el recinto en 1934, evocando sus primeros días de esplendor.
La exposición multidisciplinaria “90 años, Palacio de Bellas Artes: Memoria de arte y arquitectura” reúne 161 piezas arqueológicas rescatadas en el terreno donde se construyó el edificio.
Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), destacó que este es un espacio que identifica a México en el mundo, y siempre es apasionante explorar la relación entre arte y arquitectura.
Al final de la velada, mientras la multitud se dispersaba y las luces del palacio brillaban entre la neblina, quedó una sensación clara: este ícono cultural, a pesar de los años y la modernidad, sigue siendo el corazón artístico de México, donde cada visitante, ya sea por primera o enésima vez, se convierte en parte de su historia.