El primer fin de semana del verano en Estados Unidos estuvo marcado por una serie de violencia con trágicos tiroteos que sacudieron varias ciudades del país. En Alabama, la policía reportó un tiroteo masivo durante una fiesta, con nueve personas heridas en medio de cientos de disparos. El alcalde Steven Reed calificó el suceso como un milagro debido a la ausencia de víctimas mortales, instando a medidas más rigurosas para evitar que las armas de fuego caigan en manos criminales.
En Ohio, la violencia estalló en un distrito popular de restaurantes y entretenimiento, dejando diez personas heridas, una de ellas en estado crítico. El alcalde Andrew Ginther condenó los hechos como “una locura” y urgió a intervenciones más enérgicas por parte de las autoridades para mantener las armas fuera de las calles y para que los padres ejerzan una mejor vigilancia sobre sus hijos.
La serie de tiroteos mortales comenzó el viernes en un supermercado de Fordyce, Arkansas, donde cuatro personas perdieron la vida y otras 11 resultaron heridas, incluido el presunto agresor. Los disparos provocaron escenas de pánico mientras compradores y empleados corrían en busca de refugio, con una víctima fatal siendo una joven madre de 23 años.
Estos incidentes subrayan la persistente crisis de violencia armada en Estados Unidos, generando llamados renovados a la acción para abordar de manera efectiva este grave problema que afecta a comunidades de todo el país.