En Lisboa, una coalición de centroderecha encabezada por el Partido Socialdemócrata emerge como la ganadora en las recientes elecciones generales portuguesas, aunque por un margen estrecho.
Estos resultados apuntan hacia la formación de un gobierno en minoría, enfrentando así una legislatura desafiante, mientras un partido populista de derecha radical busca ganar influencia en el gobierno.
Tras el conteo de votos del extranjero, la Alianza Democrática logró 80 escaños en la Asamblea Nacional, de un total de 230, consolidando su posición como la fuerza política principal. Por su parte, el Partido Socialista, de centroizquierda, obtuvo 78 escaños, anunciando que no obstaculizará los esfuerzos de la centroderecha para formar gobierno.
El ascenso meteórico del partido de derecha dura Chega, que consiguió 50 escaños, representa un cambio significativo en el panorama político portugués. Este resultado desafía la dinámica tradicional de alternancia de poder entre los socialdemócratas y los socialistas a lo largo de las décadas.
Andre Ventura, líder de Chega, reclama una voz en el gobierno, ya sea a través de cargos ministeriales o mediante una alianza parlamentaria con la centroderecha. Aunque la posibilidad de colaboración entre estos partidos parece remota, Ventura ha amenazado con obstaculizar la agenda del nuevo gobierno en votaciones clave, como la aprobación del presupuesto estatal.
La coalición liderada por Luis Montenegro, del Partido Socialdemócrata, ha sido invitada a formar gobierno por el presidente Marcelo Rebelo de Sousa. Montenegro enfrentará el desafío de gobernar en minoría, lo que podría requerir concesiones políticas para asegurar la estabilidad gubernamental.
Ventura, el líder populista, ha establecido vínculos con figuras de derecha radical en Europa, incluyendo a Matteo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia y Santiago Abascal en España. A pesar de su retórica controvertida, Ventura ha expresado disposición a moderar algunas de las propuestas más polémicas de su partido para ganar acceso al poder.
El clima político en Portugal se ve influenciado por recientes escándalos de corrupción que han sacudido tanto a los partidos tradicionales como a los emergentes. Factores como salarios bajos, alto costo de vida y problemas en servicios públicos como salud y vivienda han contribuido al descontento hacia las fuerzas políticas establecidas.